En una audiencia general en la plaza de San Pedro, ante 15.000 fieles de los cinco continentes del mundo, el Santo Padre centró su reflexión en la parábola del hijo pródigo. Parábola sublime a que el Papa gusta llamar parábola del Padre misericordioso.
"El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo de Dios revelado por Cristo. Él es, sobre todo, Padre. El Dios Padre que extiende sus brazos que bendicen misericordiosos, esperando siempre, no forzando nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan vigor y al mismo tiempo confortan. El Padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los rasgos de la paternidad y de la maternidad. Arrojándose al cuello del hijo muestra los rasgos de una madre que acaricia al hijo y lo circunda de su calor. Se comprende, a la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre, la palabra de Jesús que desconcierta la lógica humana. Habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión."
La invitación al banquete, que el padre dirige al hijo mayor implica la exhortación del Padre celeste a todos los miembros de la familia humana para que también ellos sean misericordiosos. La experiencia de la paternidad de Dios implica la aceptación de la fraternidad, justamente porque Dios es Padre de todos, también del hermano que se equivoca.
La disponibilidad de Dios no atenúa la responsabilidad del hombre y la necesidad de un compromiso suyo de conversión. Seamos misericordiosas con todos. Es una de las virtudes fundamentales que debe impregnar la vida de todos los discípulos de Cristo.
En su exhortación a los formadores de los futuros sacerdotes del tercer milenio, Juan Pablo II les dijo que educaran a los evangelizadores del tercer milenio en el espíritu de la experiencia de los Apóstoles en el Cenáculo: "Educadles en la comunión fraterna, aseguradles una sólida preparación teológica y cultural, haced sobre todo que sean hombres de Dios y justamente por esto también hombres de caridad, de pobreza, de capacidad para compartir y para ejercer el día de mañana generosamente su ministerio entre la gente de esta tierra que, como todo el sur de Italia, está marcada por antiguas adversidades y tiene necesidad de pastores de íntegro testimonio evangélico". .
Recemos por los sacerdotes, recemos por las vocaciones y pidamos a la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, muchos santos y sabios sacerdotes que emprendan con entusiasmo sobrenatural la nueva evangelización del mundo.
La persecución religiosa de los católicos de Timor (el 85% de la población) ha sido ocultada por muchos medios de comunicación social a pesar de la declaración de los obispos Basilio de Nasciento y Carlos Filipe Ximenes Belo. Sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares han sido asesinados por los enemigos de la Iglesia Católica.
Juan Pablo II ha condenado firmemente "la violencia que ha tenido lugar furiosamente también contra personas y estructuras de la Iglesia católica". "Imploro a los responsables de tantos actos de maldad que abandonen sus propias intenciones homicidas y destructivas. Mi sentido deseo es el de ver que Indonesia y la comunidad internacional pongan fin a la masacre y encuentren el modo de responder positivamente a las legítimas aspiraciones de la población timoresa".
Juan Pablo II ha expresado "gran tristeza por las noticias cada vez más trágicas que llegan hora tras hora de la ex colonia portuguesa, porque la esperanza nacida en la reciente consulta popular ha sido transformada en el terror de hoy que nada ni nadie puede justificar. En estas horas de sufrimiento envío a cada uno de vosotros, a los sacerdotes, a los seminaristas, a los religiosos, a los fieles de las dos diócesis, esta expresión de mi cercanía espiritual mientras recuerdo en la oración a quienes han muerto, los heridos, los refugiados, los deportados y todos aquellos que tienen necesidad de ayuda". A cuantos están viviendo todavía una vez más la experiencia dolorosa de la pasión, el Papa pide que se "aferren a la esperanza de la victoria de la Cruz".
Unámonos a la tristeza del Santo Padre y a los sufrimientos de nuestros hermanos de Timor con intensas oraciones y pidamos a la Virgen Santísima, Madre de todos los hombres, que reine la paz en los corazones de sus hijos y en todos los pueblos de la tierra.