Noviembre 1999

PARA SENTIR CON LA IGLESIA

por el P.  Manuel Martínez, mCR

MÁRTIRES VIVIENTES EN CHINA

El 2 de agosto pasado celebró el cardenal chino Ignacio Kung su 98 cumpleaños y también el 11 aniversario de su liberación y marcha a los Estados Unidos, donde vive en la residencia de sacerdotes ancianos de la diócesis de Bridgport, sitada en Stamford, en el Estado de Connecticut. El año pasado el cardenal Kung celebró su cumpleaños acompañado del cardenal Shan, jesuita, cardenal chino de Taiwan, Formosa, y que le visitó con este motivo. De la homilía del cardenal Shan extraemos unos párrafos significativos.

"En esta celebración agradecemos a Dios las bendiciones que ha derramado sobre su eminencia a lo largo de toda su larga vida. En primer lugar damos gracias al Señor por haber dado al cardenal Ignacio Kung una familia cristiana y piadosa. Desde su infancia se fue forjando su vocación al sacerdocio y ha sabido ser un pastor modélico y un mártir viviente... Cuando el cardenal fue nombrado obispo –primero de Souchou y luego de Shangai– China estaba ya en manos de los comunistas. A otros sacerdotes se les propuso el episcopado antes que a él, pero no aceptaron. Sabían el peligro que corre un obispo bajo un régimen comunista.

El cardenal Kung, sin embargo, con la protección y la ayuda de Dios, aceptó de buen grado la pesada cruz del episcopado. La aceptó como parte integral de su vida y de la misión que Dios siempre le ha pedido. Sabía que ser obispo equivalía a sufrir, ser metido en la cárcel y entregar la vida con toda probabilidad. Con todas estas dificultades Kung aceptó generosamente lo que el Señor le pedía. Debemos dar gracias a Dios por haber dado a China un modelo tal de pastor que, sin vacilación de ningún tipo, supo cuidar de su grey, a pesar de la prisión amenazante.

Aunque Kung estuvo prisionero en las brutales cárceles chinas, nunca claudicó de su fe cristiana. Estuvo preso durante 32 años... Su eminencia gastó allí los años mejores de su vida... El cardenal es un mártir viviente; un mártir sin derramamiento de sangre. Ser mártir viviente es más difícil que sufrir un martirio cruento. El mártir que derrama su sangre sufre por un poco de tiempo y puede que muera en un momento. Pero un mártir viviente sufre toda la vida, todos los momentos de ella. Todavía a sus 97 años, su eminencia sufre angustias por su rebaño en China. Lejos de su rebaño, de sus fieles, lleva una cruz en su corazón..."

Oremos por nuestros hermanos en la fe que sufren terrible persecución en China.



Revista 647