Agosto-Septiembre 1999

PARA SENTIR CON LA IGLESIA

por el P.  Manuel Martínez, mCR

EL PAPA ELOGIA A LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES.

El 7 de marzo de 1999, en la solemne beatificación de ocho mártires de la persecución religiosa en España, Juan Pablo II dijo: “Los santos son los auténticos adoradores del Padre”. Siete pertenecían a la orden de los Agustinos recoletos y el otro era el párroco de Motril, Granada.
El Santo Padre afirmó: “Los mártires españoles no murieron por una ideología, sino que entregaron libremente su vida por Alguien que ya había muerto por ellos. Así devolvieron a Cristo el don que de Él habían recibido... por la fe, estos sencillos hombres de paz, alejados del debate político, trabajaron durante años en territorio de misión, sufriendo multitud de penalidades en Filipinas, regaron con su sudor los campos de Brasil, Argentina y Venezuela, fundaron obras sociales y educativas en Motril y en otras partes de España. Por la fe, llegado el momento supremo del martirio, afrontaron la muerte con ánimo sereno, confortando a los demás condenados y perdonando a sus verdugos... ¡Ojalá que ellos ayuden a quienes hoy trabajan en España y en el mundo a favor de la reconciliación y la paz!”.
Pidamos a nuestros mártires que reine Cristo en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestros pueblos y ciudades, en España y en el mundo entero.

LA FALTA DE TRABAJO: UNA GRAVE CALAMIDAD SOCIAL.

En un discurso claro y duro a los miembros de la asamblea plenaria de la Academia Pontificia para las Ciencias, el Papa Juan Pablo II afirmó: “El empleo es ciertamente el mayor desafío de una verdadera calamidad social... (El trabajo negro) daña gravemente a la economía de un país, pues constituye un rechazo a participar en la vida nacional con la contribución social y con los impuestos. Al mismo tiempo, pone a los trabajadores, en particular a las mujeres y a los niños, en una situación incontrolable e inaceptable de sumisión y servilismo. Por tanto, las autoridades tienen la obligación de hacer lo necesario para que todos tengan las mismas posibilidades con respecto al empleo y al código laboral...
A los jóvenes hay que ofrecerles una formación profesional más adaptada a la situación económica del momento... De este modo se les ofrecerá una nueva esperanza y una confianza... Esto reducirá sensiblemente las diferencias entre las clases sociales, así como los fenómenos de violencia, prostitución, drogas y delincuencia, prácticas que no dejan de multiplicarse en la actualidad...
La solidaridad práctica entre todos es más necesaria que nunca, en especial con los que no tienen trabajo desde hace mucho tiempo y con una familia... Los países industrializados tienen un deber de justicia y una grave responsabilidad con los países en vías de desarrollo. Las desigualdades son cada vez más escandalosas”.
Pidamos a Dios que los empresarios sean generosos y magnánimos con sus obreros y que los trabajadores ejerzan su tarea en la presencia del Señor.

LA CRUZ, SIGNO ELOCUENTE DE LA MISERCORDIA DE DIOS.

En el tradicional rezo del rosario del primer sábado de mes dirigido por Juan Pablo II, el Santo Padre invocó para todos los universitarios del mundo el don de la conversión: “Sabed reconocer en la Cruz el signo más elocuente de la misericordia del Señor, capaz de suscitar en toda la comunidad académica un renovado empuje hacia el Señor, que es fundamento y certeza de todo itinerario de investigación intelectual... Queridos jóvenes, vosotros tenéis la misión de animar a vuestras comunidades universitarias en vista del gran Jubileo que quiere ser ocasión para una profunda renovación espiritual y cultural”.
Jóvenes y niños, adultos y ancianos, todos debemos unirnos a las intenciones del Papa, para alcanzar las bendiciones de Dios en el gran Jubileo del tercer milenio cristiano.
LA TRINIDAD: ¡MISTERIO FASCINANTE!. En una mañana auténticamente primaveral y en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II expuso el misterio central y más fascinante del cristianismo, la Santísima Trinidad, ante unos quince mil fieles que le escuchaban sin pestañear: “El Padre es aquel que, en la vida trinitaria, constituye el principio absoluto, el que no tiene origen y aquel del que mana la vida divina. La unidad de las tres divinas personas constituye la participación en la única esencia divina... El apóstol Juan nos ofrece la clave para comprender este misterio que sobrepasa infinitamente nuestra inteligencia: Dios es amor... Un Padre que ama y genera al Hijo amado, dando origen con Él al Espíritu Santo, la Persona-Amor... En el sacrificio de Cristo se revela el infinito amor del Padre por el mundo. La capacidad de amar es infinita, entregándose sin reservas ni medidas, es propia de Dios... es un misterio de amor, misterio inefable, frente al que la palabra tiene que dejar lugar al silencio, al estupor y a la adoración. Es un misterio divino que nos interpela y nos involucra, pues nos ha ofrecido la posibilidad de participar en la vida trinitaria gracias a la encarnación seductora del Verbo y al don del Espíritu Santo”.
Amemos a Dios con todas las fuerzas del corazón, amemos a la Iglesia, amemos al Papa.



Revista 645