Octubre 1999

LA ERA DE MARÍA

por Ramón Olmos Miró

LA VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA (II)


Puesto que san Mateo afirma explícitamente (Mt 1,22) que en la concepción de Jesús se ha cumplido la profecía de Is 7,14, y san Lucas construye sobre el mismo texto profético el anuncio del ángel a María (Lc 1,31), es evidente la importancia de tal pasaje veterotestamentario como fundamento bíblico de la virginidad de María. El texto original hebreo de Is 7,14 muestra al profeta contemplando un hecho futuro como algo que está realizándose ante sus ojos: “He aquí que la virgen está concibiendo y dando a luz un hijo”. Y estas palabras han sido siempre entendidas por la tradición cristiana en sentido compuesto, es decir, expresando una simultaneidad del hecho de ser virgen con la acción de concebir y con la acción de dar a luz. María, la Madre del Mesías, había de ser virgen en la concepción y virgen en el parto.
Cabe añadir aquí el texto evangélico de Lc 2,7, que describe a María en actividad inmediatamente después del parto: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le recostó en un pesebre”, texto que comenta el P. Juan de Maldonado, S.I. (s. XVI) con estas palabras: “Si hubiera dado a luz con menoscabo físico de su cuerpo, ¿cómo hubiera podido tomar por sí misma al recién nacido y fajarlo por sus propias manos?”
Por lo que se refiere a la virginidad después del parto, ha de ser notado el propósito para el futuro que manifiestan las palabras de María al ángel.: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1,34). Propósito de virginidad que indudablemente fue formado por María bajo el influjo de la gracia divina, y cuya modificación después del parto virginal es impensable, ya que María “habría sido ingratísima si no se hubiera contentado con un Hijo tal como Jesús y hubiera querido perder por su propia voluntad, por un comercio carnal, la virginidad que un milagro le había conservado” (santo Tomás, Ioc. c). ¿Qué sentido habría tenido, por otra parte, que Dios hubiera obrado el milagro de un parto virginal, si la virginidad no iba a ser conservada después?
A la virginidad perpetua de María han sido opuestas algunas objeciones por parte de quienes, confesando que Cristo fue concebido y nació de una virgen, afirman que María tuvo después otros hijos de José. Arguyen con el pasaje evangélico de Mt 1,25: “Y no la conoció (a María) hasta que dio a luz a su Hijo primogénito”. A esto hay que responder con santo Tomás: “Las Sagradas Escrituras no suelen decir que una cosa ha sido hecha o no hecha mientras no se dude de que, efectivamente, ha sido o no hecha... Podía dudarse si antes del nacimiento del Hijo de Dios, José había tenido relaciones conyugales con María, y por esa razón el evangelista tuvo mucho cuidado de alejar la duda. En cambio, le pareció indudable que no fue conocida después del parto” (Comp. Th. N. 466).
Tampoco la palabra primogénito implica la existencia de más hijos, pues esa palabra tenía entre los judíos un sentido jurídico y se aplicaba al primer nacido, siguieran o no otros hijos. A este respecto es conocido el hallazgo de un  epitafio judío en el que se habla de una madre muerta en el parto de su primogénito. En cuanto a las diversas expresiones de los evangelios sobre los “hermanos de Jesús”, no significan verdaderos hermanos carnales, sino parientes muy cercanos, probablemente primos: así acostumbraban los semitas a usar la palabra “hermanos”. A ello se añade que, en el caso de los “hermanos” de Jesús, nunca se dice que sean hijos de María.
En verdad, con palabras de san Bernardo, “a la majestad de Dios convenía que no naciese sino de la Virgen, y a la Virgen convenía que no diese a luz a otro que a Dios (Hom II super Missus est).



Revista 646