Diciembre 1999

DESDE JERUSALÉN

"Nosotros Recordamos"

por Rafael María Stern


 Con este artículo que publico en AVE MARÍA quiero rendir homenaje a la santa memoria de los padres Braulio Manzano, jesuita, Antonio Oliver, teatino, y Gaspar Munar, misionero de los Sagrados Corazones, que ya están en la presencia del Señor y a los que debo muchísimo en cuanto a mi formación religiosa.

 

Cuando apareció en la prensa mundial y en multitud de revistas el importante documento pontificio "NOSOTROS RECORDAMOS. UNA REFLEXIÓN SOBRE LA SHOA", en marzo de 1998, yo me encontraba enfermo e internado. Este documento me llegó de mis hermanos en Cristo desde España. Considero que en el decurso de los siglos no había aparecido un documento de tanta envergadura en referencia con los judíos de todo el mundo. Quedé muy impresionado. Una vez más levanté al cielo mi acción de gracias por haber dado a la Santa Iglesia un Pastor de una mirada de águila y un corazón paulino.

Me salen espontáneamente frases y frases del documento, que se han fijado en mi memoria: "La Iglesia asume con conciencia más clara el pecado de sus hijos, recordando todas las circunstancias en las que a lo largo de la historia se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio". Entonces pregunto a mis hermanos judíos: ¿Es posible hablar de una manera más rotunda?

Pero sigue el texto: "El siglo actual ha sido testigo de una tragedia indecible, que no puede ser jamás olvidada y es el intento del régimen nazi de exterminar al pueblo hebreo con la consecuencia de la matanza de millones de hebreos". Cuando leo estas líneas del Papa, me vienen a la memoria recuerdos espantosos de aquel infierno de Auschwitz, donde estuve internado durante cuatro inacabables años. Sí, yo estuve allí y tuve por compañeros a miles de sacerdotes católicos que amaban a nuestro pueblo... Y sigo leyendo: "Nadie puede quedarse indiferente, y menos todavía la Iglesia, a causa de su estrecho parentesco espiritual con el pueblo hebreo. La historia de las relaciones entre hebreos y cristianos es una historia atormentada..." Cuando leo estas palabras me conmuevo y me parece ver que Jesús me mira y que María me lleva de la mano. ¡Qué impresionantes estas palabras del Papa! Pero además termina así: "Pedimos a nuestros hermanos católicos que renueven la conciencia de las raíces hebreas de su fe". No se puede decir más. Leí y releí el documento para sentirme muy al lado del corazón de la Iglesia y del Papa.

ME SENTÍ INCÓMODO

Pasaron los meses y, ya fuera del hospital y restablecido, quise conocer la reacción de personalidades judías de relieve. Mejor diría, personalidades israelíes y no los judíos que siguen en la diáspora. Pues bien, busqué en periódicos de fechas atrasadas, de la época de la publicación del documento del Papa, y recibí una respuesta dolorosa. Me sentí incómodo en medio de aquella tormenta de incomprensión.

Voy a hacer un florilegio de las respuestas más representativas. Meir Lau, rabino jefe de Israel y superviviente de Auschwitz, a quien por cierto había escrito yo una carta personal horas después del asesinado de Rabin, en la que le decía que era un asesinato religioso y no político como se quería decir, respondió así al documento de Roma: "Poco y muy tarde. La Iglesia tiene que dar un paso más y reconocer que con los judíos ha pecado". Por su parte el profesor Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz en 1986 y que fue compañero mío en Auschwitz, escribía: "¿Cómo puede afirmar la Iglesia que la Shoa no tiene raíces cristianas? La Shoa nació en el mismo corazón del cristianismo" También el profesor Shevaj Weiss, presidente del Parlamento y superviviente de Auschwitz, opinaba que el documento era importante, aunque no explicaba el oscuro período del nazismo. Los nazis eran cristianos. Es una pena que el documento, añadía, haya llegado con cincuenta años de retraso.

Solamente el eminente profesor David Flusser, ya anciano y catedrático emérito del Nuevo Testamento y del primer siglo cristiano, afirmó con una libertad que le honra: "En la decisión del Papa hay osadía y su decisión influirá para bien en las relaciones judeo-cristianas en el ámbito personal y político".

NO CABE LA DUDA: LA IGLESIA Y MI PUEBLO

Aparecieron en revistas y periódicos, ya en otro nivel más amplio, las afirmaciones de que todos los pueblos de Europa acataron y aceptaron el exterminio científico del pueblo hebreo, por los dos mil años de odio, un odio que se respiraba en el aire. Otros escribían que no es verdad que la Iglesia sea antisemita y que no reconoce que no ha sido culpable. Así pues, según la opinión israelí, el documento echa la culpa a individuos y no a la institución, a la Iglesia misma. Esto es lo que irritó al padre Peter Gumpel, quien escribió: "Creemos que los judíos nos están insultando. Nosotros nunca hemos pedido a los judíos que nos pidan perdón por matar a Cristo".

Esta frase del padre Gumpel provocó una avalancha de respuestas, algunas de las cuales tomaban tintes teológicos –por llamarlas de alguna manera– pero todas eran airadas contra el padre Gumpel. A la postura razonadora y seria ha sucedido una sarta de inconveniencias de este tipo: "Al documento le faltan seis millones de judíos". "Pilato no era judío y sus descendientes no son judíos". "Según los cuatro Evangelios, Pilato condenó a Jesús como virrey de la provincia de Roma. Podía absolverlo y no lo hizo". "De qué perdón habla Gumpel. Pilato condenó a muerte a un judío más, después de haber crucificado a mil judíos". "Cuando Pilato condenó a Jesús, todavía no era Cristo". Y el rabino Gafni va más allá al escribir: "Cuando lo crucificaron, Jesús todavía no era Dios. La Trinidad no existía todavía".

Éstas son algunas de las frases transcritas por mí de los artículos en los que sus autores expresaban sus sentimientos anticatólicos. Y sus respuestas nada generosas al generoso documento del Papa. Es doloroso, pero es la realidad del actual Israel en el que hay que trabajar aún mucho para su evangelización. Por eso quiero terminar con una anécdota esperanzadora.

Salido ya del hospital, participé en una conferencia que dio el conocido profesor Minervi, ex embajador en distintos países de Europa. No me gustó en algún punto en el que enjuiciaba al Vaticano y a la Iglesia. Intervine públicamente y, ante aquel auditorio de más de doscientas personas interesadas por el diálogo judío-cristiano, se originó una calurosa discusión. Con el respeto debido, acusé a Minervi de agitar y excitar a los israelíes a no acoger la mano tendida del catolicismo hacia Israel. En ese momento estalló un amplísimo aplauso hacia mis palabras y de rechazo a Minervi. A la salida y alejándome ya del lugar de la conferencia, se me acercó una persona que me conoce muy bien. Me preguntó a bocajarro: "Entonces, ¿qué, la Iglesia o tu pueblo?" Le dije que la pregunta no tiene fundamento y que me la han hecho decenas de veces. Mi respuesta es siempre la misma: "Si un francés o un español pueden ser a la vez católicos, un israelí también puede ser israelí y católico".

No nací católico. Escogí este camino voluntariamente en 1962. Hermanos míos judíos me odian. Es el precio de mi fe. Pero las oraciones judías, el Padre nuestro, el Magníficat, el Benedictus me acompañan y me fortalecen para trabajar por mi pueblo, para que se haga católico.



Revista 648