Enero 2000

DESDE JERUSALÉN

EL ALMA DE JESÚS EN EL FONDO DE LA MÚSICA

por Rafael María Stern

Gracias a Dios, las noticias políticas y los enfrentamientos humanos que saltan a los periódicos o se difunden por los otros medios de comunicación son algo muy diferente de lo que está ocurriendo en el interior de miles de almas. Esas cosas no salen a la superficie, y sin embargo están contribuyendo a preparar el camino de la entrada en la Iglesia del pueblo de Israel. Les voy a contar lo que ocurre con la música religiosa en mi patria.

Hace ya más de 40 años que un buen grupo de músicos judíos descubrieron la acústica perfecta de dos basílicas en las que se podrían celebrar conciertos para el gran público. Una es la Basílica de la Dormición de María. En ella se celebran con frecuencia conciertos los sábados por la noche, que tienen mucha fama. La otra es la Basílica –también de los benedictinos– de Abu Gosh. En aquel lugar se guardó durante 40 años el Arca Santa, antes de que se trasladara al Templo de Jerusalén. Precisamente allí se estableció en siglos pasados una familia, Abu Gosh, y de ella tomó el nombre la aldea. Toda la población forma una gran familia, "los Abu Gosh".

Pues bien, en este ambiente han surgido en Israel coros judíos que cantan ¡música sacra católica! Es emocionante oír cantar en hebreo "El Mesías" de Haendel , que empieza así: "Consuélate, consuélate, pueblo mío, dice vuestro Dios". Al terminar el pueblo canta el "Requiem" de Fore.

En este año el Pentecostés judío coincidió con el Viernes y Sábado santos y el Domingo era la Pascua católica. Pues bien, veinte mil judíos celebraron los tres días de Pentecostés en Abu Gosh, en la Dormición de Jerusalén, en Ain Karem y en Tabgha, junto al lago de Galilea, donde el Señor multiplicó los panes y los peces. La Misa criolla de Ramírez impresionaba a aquel público. Los coros conocidos de Eskol y Usiah brillaron esplendorosamente. La iniciativa no surgió de los católicos, sino del público judío que se entusiasma con estos actos. Así ha nacido el movimiento "Canciones de los Ángeles" constituido por distintos coros judíos, formados por judíos. Al mismo tiempo se han instaurado los llamados "Concierto-Excursión" que participan en misas en iglesias y en conciertos mañaneros en el convento de Beit Gamal.

Hay quien dice que todo esto es una reacción o una resistencia frente al fundamentalismo judío. No entro ahora en interpretaciones, sino que narro los hechos que se están produciendo, que son verdaderamente admirables. ¡Cantos litúrgicos católicos, interpretados por judíos en la aldea árabe de Abu Gosh! ¿No es esto un ecumenismo perfecto? No se trata de elegancias o de modas caprichosas. Todo es sencillo. Un señor me dijo: "Estamos enamorados de la música gregoriana". Otro me ratificó: "En estas iglesias hay un valor y un ambiente que no se da en los salones para conciertos". Y lo más admirable aún es que a estos conciertos acude la intelectualidad judía más conocida de nuestro país.

Un buen número de los actuales israelíes conoce esta música sagrada católica. Otros, que no la conocen, se sienten atraídos por las palabras hebreas de nuestra música: Aleluya, Amén, Jerusalem, Hosanna... Eso para los judíos es bíblico, aceptable, sugestivo. Un asiduo asistente a nuestros conciertos me dijo: "Le confieso que he leído el Nuevo Testamento, y he encontrado en él los mejores textos judíos". Me alegré mucho con sus palabras. Se queda uno en esos casos con las ganas de explicar que en el fondo de esa música que les subyuga, está el alma de Jesús, están sus palabras... Pero, ¡todavía hay que esperar para que no se eche a perder este magnífico medio de acercamiento. De esta forma callada avanza por ese lado nuestro apostolado, que no es un supermercado musical sino poner en contacto, como primer paso, gentes que nada conocen de nuestra fe, con la música inspirada por nuestra fe.

A la salida de los conciertos se ofrecen ejemplares del Nuevo Testamento que se reciben con simpatía. Debemos tener en cuenta que el judío no conoce más que el Antiguo Testamento. De esta forma humilde ha avanzado la penetración de lo católico en la sociedad judía. Existen ya 60 coros judíos para interpretar música católica.

Terminado un concierto de los nuestros, vimos pasar delante de nosotros a tantas personas de bien, gozosas, de vuelta a sus casas. Mis discípulas María Dolores y Presentación me miraron sin decirme una palabra y se les saltaron las lágrimas. No teníamos ni un solo ejemplar del Nuevo Testamento. Entre aquella gran masa popular dispuesta, que miraba ya con simpatía a la Iglesia católica, hubiéramos podido repartir miles de Nuevos Testamentos. ¡Qué dolor más grande! Tiene que ayudarnos España con su oración y dándonos los medios para la evangelización entre los judíos que aún no conocen a Jesús.


Revista 649