Octubre de 2000

PARA SENTIR CON LA IGLESIA

por el P. Manuel Martínez, MCR

"TRESCIENTOS AÑOS DE DIFICULTADES
Y A VECES DE MARTIRIO POR SER FIELES AL PAPA"

Así se ha resumido la historia de los católicos greco-ortodoxos -uniatas- de Rumanía. Un año después de su visita a Bucarest, y en el marco del gran Jubileo del año 2000, Juan Pablo II les envió una carta apostólica -fechada el 7 de mayo- con motivo del tercer centenario de su plena comunión con Roma. Rumanía, a donde llegó la cristiandad latina en el siglo III, adoptó el rito bizantino a principios del siglo VIII. Cuando tuvo lugar el cisma de Oriente, en 1054, los cristianos rumanos quedaron en el bloque de las Iglesias ortodoxas. Pero en Transilvania se inició un movimiento de cristianos que procuraron con gran esfuerzo restablecer la plena comunión con el Sucesor de Pedro, que alcanzaron en 1700. El Papa les autorizó mantener sus costumbres, tradiciones y liturgia, que de hecho es como la ortodoxa. He aquí algunos de los párrafos más significativos de la carta del Papa:

Puente entre Oriente y Occidente

La Providencia divina dispuso que, durante el tiempo en que la santa Iglesia no había experimentado aún en su seno la gran división, vosotros recogierais, además de la herencia de Roma, también la de Bizancio. A pesar de la herida de la división, esta herencia es compartida por la Iglesia greco-católica y por la Iglesia ortodoxa de Rumanía. Esta es la clave para interpretar la historia de vuestra Iglesia, que se ha desarrollado en medio de las tensiones dramáticas que se han producido entre Oriente y Occidente. Desde siempre, en el corazón de los hijos y las hijas de esa antigua Iglesia, late con fuerza el anhelo de la unidad que Cristo quiso... 
Mérito insigne de vuestra Iglesia ha sido, en particular, haber mediado entre Oriente y Occidente, asumiendo, por una parte los valores promovidos en Transilvania por la Santa Sede; y por otra, comunicando a toda la catolicidad los valores del oriente cristiano, que a causa de la división existente era poco accesibles. Por eso, la Iglesia greco-católica se transformó en testimonio elocuente de la unidad de toda la Iglesia, mostrando cómo lleva en sí los valores de las instituciones, los ritos litúrgicos y las tradiciones eclesiásticas que se remontan, por caminos diversos, hasta la misma tradición apostólica. 

Testigos y mártires de la unidad

El camino de la Iglesia greco-católica de Rumanía nunca fue fácil... A lo largo de los siglos se le pidió dar un doloroso y difícil testimonio de fidelidad a la exigencia evangélica de la unidad. Así, se ha convertido, de un modo especial, en la Iglesia de los testigos de la unidad, de la verdad y del amor...
Pero es sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, en la época del totalitarismo comunista, cuando vuestra Iglesia debió soportar una durísima prueba, mereciendo justamente el título de "Iglesia de los confesores y de los mártires". Fue entonces cuando se manifestó, con mayor evidencia, la lucha entre el mysterium iniquitatis (2 Ts 2,7) y el mysterium pietatis (1 Tm 3,16) que actúan en el mundo. Y también desde entonces la gloria del martirio resplandece con mayor claridad en el rostro de vuestra Iglesia como luz que se refleja en la conciencia de los cristianos de todo el mundo, suscitando admiración y gratitud. 
...Cuando el año pasado, durante mi peregrinación a vuestra tierra, oré con vosotros en el cementerio católico de Bucarest, lo hice llevando en mi corazón a toda la Iglesia de Cristo y, en unión con toda la Iglesia, me arrodillé en silencio ante las tumbas de vuestros mártires. De muchos de ellos no conocemos ni siquiera el lugar de su sepultura, porque los perseguidores quisieron privarlos incluso de este último signo de distinción y respeto. Pero sus nombres están inscritos en el Libro de la vida y cada uno de ellos ha recibido también "una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce sino el que lo recibe" (Ap, 2,17). La sangre de estos mártires es un fermento de vida evangélica que obra no sólo en vuestra tierra, sino también en muchas otras partes del mundo... Que el testimonio del martirio y la profesión de fe en Cristo y en la unidad de su Iglesia suban como el incienso del sacrificio vespertino (Sal 141,2) hasta el trono de Dios, en nombre de toda la Iglesia, que los estima y los venera.
En este jubileo vuestra Iglesia, junto con la Iglesia universal, tiene el deber de volver a su pasado y, sobre todo, al período de las persecuciones, para actualizar su "martirologio"... Desde esta perspectiva, será conveniente examinar el testimonio y el martirio de vuestra Iglesia en el marco más amplio de los sufrimientos y las persecuciones del siglo XX...
Quisiera expresar el debido reconocimiento también a los que, perteneciendo a la Iglesia
ortodoxa rumana y a otras Iglesias y comunidades religiosas, sufrieron análoga persecución y graves limitaciones. A estos hermanos nuestros en la fe la muerte los ha unido en el heroico testimonio del martirio: nos dejan una lección inolvidable de amor a Cristo y a su Iglesia... Os exhorto... a descubrir y valorar las figuras de los mártires de la Iglesia greco-católica de Rumanía, reconociéndoles el mérito de haber dado un notable impulso a la causa de la unidad de todos los cristianos...

Encuentro conmovedor

En su visita a Bicarest (7-5-1999), Juan Pablo II recordó que "el régimen comunista suprimió la Iglesia de rito bizantino-rumano unida a Roma y persiguió a obispos y sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares, no pocos de los cuales han pagado con su sangre su fidelidad a Cristo. Algunos han sobrevivido a las torturas y están todavía entre nosotros. Mi pensamiento conmovido se dirige al benemérito y queridísimo cardenal Alexandru Todea, arzobispo emérito de Fagaras y Alba Julia, el cual sufrió 16 años en la cárcel y 27 de arresto domiciliario".
(Del discurso de Juan Pablo II, Bucarest, 7-5-1999)



Revista 657