por el P. Manuel Martínez, MCR
INFORME
EN ARABIA SAUDITA NO HAY LIBERTAD RELIGIOSA
PARA LOS CATÓLICOS
El Corán y la Constitución, únicas fuentes de derecho, no permiten
practicar, ni siquiera en privado, cultos diversos del islam. Está expresamente
prohibido por el gobierno practicar pública o privadamente cualquier otra
religión. La persona que ostente algún símbolo religioso corre el riesgo de
enfrentarse con la muhtawwa'in, la policía religiosa. Serio riesgo incluso para
los extranjeros, a menudo víctimas de violencia por parte de la policía y de
fanáticos. Los trabajadores no musulmanes son castigados con la deportación o
la prisión, si son sorprendidos en el ejercicio de cualquier práctica
religiosa. En la interpretación teológica de la escuela dominante wahabita, el
suelo de la península arábica es la patria del profeta Mahoma, el territorio
más santo, donde no es posible ni siquiera el ejercicio de las religiones del
Libro: el hebraísmo y el cristianismo.
En el reportaje de Lucía Avallone (Cuando el islam no es tolerante, en
"Islam hoy", n. 10,15 mayo 1994) aparece claro como toda forma de
culto no islámico sunnita está prohibida. Muchas personas han sido
encarceladas únicamente por haber manifestado su fe religiosa. También la
estructura legal del Estado islámico se basa directamente en el Corán. En los
tribunales no existen jurados, todo depende de un magistrado o, en el caso de
pena capital, de tres jueces. El proceso político se desarrolla en secreto y
sin abogados defensores (véase el caso de la condena a muerte de 16 peregrinos
de Kuwait acusados de atentado terrorista en la Meca, los cuales no tuvieron la
posibilidad de defenderse y confesaron bajo torturas). Las penas más graves
varían entre la flagelación, la amputación de un miembro, y la decapitación
en público. La discriminación no viene sólo de las fuerzas políticas sino
también del mundo de la cultura, y, fuera de sus propios textos, está
prohibida la circulación de cualquier otro tipo de publicación.
La agencia de noticias "FIDES" informaba, el 10 de julio de 1998, que
cuatro filipinos y un holandés fueron encarcelados por poseer y difundir
biblias, mientras en Riad la policía continuaba registrando las habitaciones de
filipinos cristianos en un clima de dura represión de la libertad religiosa.
Uno de los filipinos fue soltado porque bajo tortura le fue arrancada la
confesión de un delito no cometido, la homosexualidad. También fueron soltados
e inmediatamente expulsados del país, según Amnistía Internacional, a finales
de septiembre, doce cristianos detenidos en la cárcel de Riad acusados de estar
en posesión de biblias y de haber predicado la fe cristiana.
Los trabajadores extranjeros son cerca de 6 millones, de los cuales casi el 10
por ciento son cristianos, cerca de 600 mil, de los que 400 mil son filipinos.
No pueden ni celebrar la Navidad, mientras deben respetar el ramadán. Los
filipinos corren más riesgo porque forman parte del Tercer Mundo, así como
coreanos e hindúes. Desde 1992, según Reuter, se calculan 360 casos de
cristianos expatriados, detenidos por haber tomado parte en actos de plegaria en
casas particulares. A los religiosos cristianos, si son reconocidos, se les
prohibe la entrada. En las principales festividades del calendario cristiano,
Navidad y Pascua, la policía religiosa intensifica su actividad. Los cristianos
occidentales sorprendidos, son detenidos y expulsados. Los del Tercer Mundo, son
impelidos, con presiones y con torturas físicas y psíquicas, a hacerse
musulmanes. Los cristianos que se niegan a abjurar de su credo, bajo el pretexto
de que infringen la ley son condenados a muerte y ajusticiados.
Su actitud raya el absurdo: en 1979, cuando los musulmanes pidieron la
intervención de un destacamento especial francés para la Kaaba, contra un
grupo de integristas islámicos que contestaban al gobierno, los soldados del
grupo de intervención de la Gendarmería nacional (GIGN) fueron obligados a
soportar una rápida ceremonia de conversión al islam. Incluso a la Cruz Roja
le vetaron, en el curso de la guerra, ostentar su bandera y el símbolo de la
cruz. La Arabia Saudita se considera el país custodio de la pureza islámica.
Por este motivo están prohibidos los símbolos de otras religiones, en
particular la cristiana: cruces, biblias, rosarios. Ciudadanos extranjeros
terminan en la cárcel acusados por la autoridad de hacer propaganda religiosa.
En el campo laboral ejercitan también una declarada presión con promesas de
ascensos. La presencia religiosa cristiana es prácticamente nula. Los cuatro
sacerdotes que dependen del Vicariato apostólico de Arabia, con sede en Abu
Dhabi, pueden asistir únicamente al personal de la embajada. La represión de
la fe católica viola los derechos humanos: numerosos fueron los ultrajes
cometidos en el juicio de los ciudadanos filipinos. El caso más famoso es el de
Donnie Lama, un católico encarcelado durante dieciocho meses, desde el 5 de
octubre de 1995, y liberado el 29 de marzo de 1997 con una providencia de
expulsión a Filipinas, gracias a la intervención de organizaciones
internacionales, pero sólo después de haber recibido 70 latigazos. La
acusación nacía de su participación clandestina, en 1984, en un oficio
eucarístico. Otros, después de él, no fueron tan afortunados: Ruel Janda y
Amel Beltrán, acusados de hurto como pretexto, fueron decapitados. En ocasión
de esta tragedia, la organización para los derechos humanos "Solidaridad
Cristiana" lanzó un llamamiento para que el gobierno de la Arabia Saudita
cesara la persecución contra los cristianos y se comprometiera a respetar la
libertad religiosa, pero no obtuvo respuesta.
Actualmente parece que son ocho los ciudadanos filipinos que están en la
cárcel; otra lista habla de cuatrocientas personas y una última de treinta. La
pena de muerte, prevista para la violencia sexual, no se aplica en los juicios
de musulmanes que violan o maltratan a las mujeres filipinas. El gobierno de
Manila ha lanzado un llamamiento para que los trabajadores que quieran emigrar
en busca de trabajo, no se dirijan a Arabia, pero el gobierno filipino no parece
tener suficiente autoridad para impedir los abusos a sus ciudadanos. Una serie
de organismos ejercitan un control de sus contratos de trabajo en los países
árabes, pero no es suficiente, porque muchos inmigrados terminan en la cárcel
sin que estos organismos lleguen a enterarse. Una mujer filipina que acababa de
dar a luz y cuyo marido se había escapado de la cárcel, fue arrestada en su
domicilio sin poderse comunicar ni telefónicamente. La Iglesia filipina, en sus
mensajes a los fieles católicos, afirma que los dólares provenientes del país
más rico del mundo no valen ciertamente la pérdida de la identidad cultural y
espiritual de un pueblo.
Los encarcelamientos y las expulsiones por "actividades blasfemas"
continúan, así como las intimidaciones para cuantos permanecen en el
territorio. "Christian Solidarity Worldwide" del 4 de noviembre de
1998 publicó que el 18 de octubre el cristiano filipino Pen Ronquillo fue
encarcelado después de haber sido obligado a firmar tres documentos escritos en
árabe que contenían la renuncia a posteriores reclamaciones de sus derechos
laborales y un inventario de sus bienes personales. Trasladado al día siguiente
a una celda de 10 metros por 15 con otros sesenta prisioneros, tuvo que dormir
en el suelo y sin nada para cubrirse. El día 20 fue conducido al aeropuerto y
embarcado para Manila. Según el "World Evangelical Fellowship Reliious
Liberty Prayer List", al menos otros seis filipinos tuvieron que sufrir
similares deportaciones, y otros siete esperan la misma suerte en breve tiempo.
Se trata de medidas de presión contra trabajadores cuyo contrato laboral no ha
llegado al término establecido, acusados de "crear problemas".
Secretariado italiano de Ayuda a la Iglesia Necesitada - 9 de marzo de 1999