por el P. Manuel Martínez, mCR
Su Santidad Juan Pablo II ha invitado a los católicos de China,
miembros de la Asociación Patriótica, iglesia nacional controlada por el
partido comunista que no acepta la autoridad del Papa, a vivir juntos el gran
Jubileo del año 2000. El llamamiento del Papa ha causado una auténtica
sorpresa.
"He sabido con alegría que queréis ofrecer, como el don más precioso
para la celebración del gran Jubileo, la unidad entre nosotros y con el sucesor
de Pedro", dijo el Papa. Y siguió recordando a los mártires de la Iglesia
de China: "Mi corazón tiembla de estupor y reconocimiento ante el Señor
por el generoso testimonio ofrecido por una numerosa columna de obispos,
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos... ¡Parece que el tiempo de la
prueba, en algunas regiones, no ha terminado todavía!"
En China hay unos 10 millones de católicos, algo más de la mitad se mantienen
fieles al Papa, a pesar de la persecución del régimen comunista que quiere
obligarles a formar parte de la iglesia patriótica. Recemos para que sigan
fieles a su fe católica y por los miembros de la iglesia patriótica, para que
acepten la invitación del Papa a unirse a la Iglesia de Cristo.
El Papa Juan Pablo II ha lanzado un sentido llamamiento a la
caridad de todos los hombres en favor de millones "de desesperados, hombres
y mujeres, muchas veces jóvenes que cada día afrontan riesgos incluso
dramáticos para tratar de escapar de una vida sin porvenir... Las
incomprensiones que muchas veces experimentan los extranjeros manifiestan la
urgencia de transformar las estructuras y de cambiar de mentalidad".
El Papa reconoce que muchos países están realizando importantes esfuerzos para
acoger a los emigrantes y exhorta a que todas las naciones integren en su vida
social a todos los extranjeros, pero al mismo tiempo explica que: "La
globalización produce nuevas fracturas. En el marco de liberalismo sin frenos
adecuados, se hace más profunda la diferencia entre países emergentes y
países perdedores. Los primeros disponen de capitales y de tecnologías que les
permiten gozar de los recursos del planeta, facultad que no siempre se aviene
con un espíritu de solidaridad, aprendiendo a compartir. Los segundos, por el
contrario, tienen un difícil acceso a los recursos necesarios para un
desarrollo humano adecuado, es más, en ocasiones les faltan incluso los medios
de subsistencia y se ven aplastados por las deudas o lacerados por divisiones
internas".
La solidaridad cristiana se llama caridad. Seamos caritativos con los emigrantes
y con los países pobres. Enviemos a nuestros misioneros donativos generosos,
que ellos convertirán en medios eficaces para evangelizar a los pobres y a los
ricos del tercer mundo, contribuyendo de este modo a resolver este lacerante
drama humano.
Al recibir a los participantes del Congreso Internacional sobre la
integración de los niños minusválidos, Juan Pablo II dijo que las familias
con discapacitados tienen derecho a ser ayudadas, y añadió:
"La llegada de un niño que sufre es algo desconcertante para la familia...
La familia es el lugar por excelencia donde el don de la vida es recibido como
tal y la dignidad del niño es reconocida con expresiones de particular
atención y ternura. En especial cuando los niños experimentan una mayor
necesidad y cuando están más expuestos al riesgo de ser rechazados por los
demás, la familia puede tutelar con mayor eficacia la misma dignidad que tienen
con respecto a los niños sanos... Los padres tienen que ser alentados a
afrontar esta situación que no es nada fácil, sin cerrarse a sí mismos. Es
importante que el problema sea compartido no sólo por los familiares más
cercanos, sino también por personas competentes y amigas".
El Papa termina diciendo que los creyentes cuentan con un apoyo particular en
esta tarea: la oración. Oremos por estos niños y sus familiares y no dejemos
de hacer por ellos todo lo que haríamos por nuestro Señor Jesucristo.