Marzo 2000

FIGURAS MARIANAS DEL SEGUNDO MILENIO

por Andrés Molina Prieto, pbro.

SIGLO XII: SAN BERNARDO

Nació en Fontaines-lès Dijon, Borgoña, Francia, de una noble familia feudal. A los 23 años entró en la Abadía de Cîteaux fundada en 1098 y gobernada por Esteban Harding, arrastrando tras de sí a 30 amigos y parientes. Después de tres años de vida monástica (1112-1115), fue elegido Abad de Clairveaux. Fundó 67 monasterios desde España hasta Siria, y desde Sicilia hasta Suecia. Más de 800 monjes hicieron la profesión monástica en sus manos. Murió en Clairveaux el 20 de agosto de 1153 y fue canonizado el año 1174 a petición de los abades cistercienses. En 1830 Pío VIII lo proclamó Doctor de la Iglesia. El siglo XII ha sido llamado con propiedad la "época bernardina".
Es uno de los más insignes devotos de la Virgen María, de la que no se cansó de escribir y a la que descubrió meditando asiduamente la santa humanidad de Cristo. En el reformador y casi el segundo fundador del Císter se cumple a la perfección un doble lema mariano que es mutuamente complementario: A Jesús por María y a María por Jesús. Sitúa la devoción mariana en el contexto de la piedad hacia Jesús, el Hombre-Dios, y se complace en resaltar sus funciones de Mediadora llamándola el Acueducto de la gracia, ya que a través de Ella, por su consentimiento en la Encarnación del Verbo en su purísimo seno, nos trajo al Salvador, y con Él un manantial inagotable de gracias.
Sus Homilías sobre nuestra Señora constituyen el mejor testimonio del acendrado amor filial que siente hacia la Madre de Dios. A él se deben -según los estudiosos- las palabras filiales de la Salve: Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María, comentadas por los mejores maestros de la Escuela Cisterciense. En una famosa homilía sobre la Anunciación incluye este maravilloso párrafo: "En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. Que no se te aparte de la boca, que no se te ausente del corazón. Y para conseguir los frutos de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. Siguiéndola, no te desvías; rogándole no te desesperarás, si piensas en Ella no te perderás. Si Ella te tiene de su mano, no caerás. Si te protege nada tendrás que temer. Si es tu Guía no te fatigarás".
De tal suerte confiaba en su poderosísimo patrocinio que no titubeó en escribir: Dios quiso que no tuviésemos nada sin que pasase por las manos de María. Y en otro lugar expone este mismo pensamiento de forma positiva: Esta es la voluntad de Dios el cual quiso que todo lo tuviésemos por María.
El 24 de mayo de 1953, con motivo del octavo centenario de su muerte, el Papa Pío XII promulgó una encíclica ensalzando doctrina espiritual y la piedad mariana de san Bernardo, llamado Doctor Melifluo. Y ciertamente, néctar divino de tierna y suave piedad mariana destilan sus escritos. Lo que dijo sobre el nombre de Jesús (es miel en los labios, música en los oídos y júbilo en el corazón) lo pudo decir con igual razón del dulce nombre de María, Estrella del mar y Madre de misericordia.


Revista 651