por el P. José Mª Alba Cereceda S.J.
Marzo es Novena de la Gracia a san Francisco Javier. Marzo es el misterio de la
Encarnación. Marzo es este año la peregrinación del Papa a Tierra Santa.
Quiera Dios que la súplica del Papa en la Casa de María en Nazaret, donde el
Verbo tomó nuestra naturaleza humana, alcance la unión de todos los hombres en
la misma fe.
El Papa argumenta ante la misericordia del Señor, para conseguir la unidad de
todos los hombres en Cristo, con la sangre de los mártires que tan
generosamente se ha derramado en este siglo XX. Son docenas de millares los
mártires del siglo XX. Todos los continentes están santificados con la sangre
martirial y los suplicios sufridos por la defensa de la fe católica.
Actualmente en China, en la India, en Timor, en Egipto, en Sudán, en Nigeria,
la Iglesia tiene centenares de mártires.
Pero además la persecución psicológica, de marginaciones y desprecios
dosificados, alcanza a cuantos quieren seguir fieles a la santa tradición
católica. ¿No es despreciada, ignorada voluntariamente en muchos ambientes AVE
MARÍA, con el pretexto de que es una revistilla de piedad anticuada, sin
espíritu moderno?
Sin embargo el Papa sigue adelante frente a esta marea diabólica de olvidar a
los mártires. Precisamente el 17 de mayo quiere realizar en el Coliseo de Roma,
que podríamos llamar la catedral de los mártires, un acto solemne para
proclamar ante el mundo la grandeza del martirio por la fe de la Iglesia. Allí
recibirá el papa la lista de más de 10.000 mártires, testigos de la fe en el
siglo XX, que simbolizarán a otros innumerables que sólo Dios conoce.
Para sorpresa de muchos y gloria de España, la mayoría de todos esos mártires
cuya lista tendrá el Papa en sus manos, son mártires de la reciente
persecución de los años 1934-1939 en España. Son trece obispos, miles de
sacerdotes y religiosos, miles de seglares, los que tienen las causas, bien
documentadas, en las que se demuestra que sus muertes se debieron al odio a la
Iglesia, y que ellos murieron martirialmente perdonando a quienes los mataban.
Allí estará el recuerdo sublime y patético del canónigo Lladó, de Vic, que
en el mismo lugar de su ejecución obtiene con su plegaria y su sacrificio la
conversión de uno del pelotón de los que iban a fusilarlo, y que muere
arrepentido y convertido en mártir al lado del mismo canónigo Lladó.
Los que queremos tener a María por Madre, como somos los lectores de AVE
MARÍA, hemos de hallar nuestra fuerza en Ella, porque Ella es la Reina de los
mártires. Los tiempos actuales y los inmediatos que se aproximan nos van a
deparar más sufrimientos por fidelidad a la fe de la Iglesia y por no querer
acomodar nuestra fe al mundo, sino que es el mundo el que se tiene que conformar
con el Evangelio.
Nuestro recurso a la consagración al Corazón de María, y a la oración del
Rosario, permitirá a nuestra debilidad vencer en la gran tribulación que
vivimos y en la que ha de venir. Pero no debemos temer. María nos hará superar
en nuestros débiles cuerpos y débiles almas la gran prueba. Ella nos cobija
bajo su manto. Ella nos hará testigos de la fe católica. Ella nos hará vivir
con espíritu de mártires en medio del mundo antiteo y sin Dios.