Pío IX convocó el Concilio Vaticano I después de 400 años del anterior, el tridentino. Quizá cuando Juan XXIII decidió convocar el Vaticano II pensó en Pío IX. En su Diario, hablando de "tribulaciones, amarguras de espíritu y contradicciones tremendas" con que prueba Dios "a sus predilectos", escribió: "Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria; e, imitándole en sus sacrificios, querría ser digno de celebrar su canonización". Pío IX y Juan XXIII, juntos ahora en la gloria de Bernini y unidos siempre su gran amor a Cristo, a la Virgen María y a la Iglesia, testifican que "de Papa a Papa, de Concilio a Concilio, la Iglesia sigue..., porque el poder del infierno no prevalecerá". Pío IX guió la barca de Pedro durante casi 32 años en medio de violentas tempestades. Las "contradicciones tremendas" que sufrió se desprenden del siguiente artículo de Zenit.
Ave María
La causa de beatificación de Pío IX ha sido una de las más largas y
difíciles de la historia de la Iglesia. Fue puesta en marcha por san Pío X, el
11 de febrero de 1907. Relanzada por Benedicto XV, sin gran éxito, y también
por Pío XI que animó el proyecto. Tras la segunda guerra mundial, la
instrucción canónica fue reiniciada por Pío XII, el 7 de diciembre de 1954.
Con Pablo VI la causa experimentó importantes avances: se completó la positio,
es decir, la recogida de las actas del proceso canónico, el análisis de la
vida del candidato a la santidad, los interrogatorios de los testigos y las
evaluaciones de los historiadores y de los teólogos.
El decreto sobre el ejercicio heroico de las virtudes teologales y cardinales
fue promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos, el 6 de julio
de 1985, y aprobado por Juan Pablo II. Entre las virtudes del Pontífice,
figuran el amor sin reservas por las Iglesia, la caridad y la gran estima por el
sacerdocio y los misioneros. El milagro atribuido a Pío IX, verificado por la
Consulta de médicos el 15 de enero e 1986, es la curación inexplicable de una
religiosa francesa.
Pío IX, en el siglo Giovanni Maria Mastai Ferrerretti, nació el 13 de mayo de
1792 en Senigallia. Fue elegido pontífice el 16 de junio de 1846, suscitando
esperanzas en los ambientes patrióticos liberales y católicos: uno de los
primeros actos fue la promulgación de una amnistía para os prisioneros
políticos y consintió algunas reformas en el Estado Pontificio. En los
primeros dos años del pontificado, se ganó el título de Papa liberal,
patriótico y reformador.
En abril de 1848, cuando era evidente que la masonería internacional fomentaba
atentados, revoluciones y desórdenes contra el papado y las naciones
tradicionalmente católicas, Pío IX se distanció de las facciones más
radicales de los patriotas liberales italianos. A raíz del desencadenamiento de
motines insurreccionales en Roma, se trasladó a Gaeta, mientras que en la
Ciudad Eterna se proclamaba poco después, en 1849, la
El domingo 3 de septiembre fueron elevados al honor de los altares los Papas Pío IX y Juan XXIII; el arzobispo mons. Tomás Regio, el sacerdote francés Guillermo José Chaminade, fundador de la familia marianista; y el monje benedictino irlandés dom Columba Marimón, escritor y maestro espiritual. Los cinco, unidos –como recordó el Santo Padre– por su "profunda devoción mariana. A Pío IX, el Papa del dogma de la Inmaculada Concepción, el pueblo cristiano le agradecerá siempre el haber proclamado esta estupenda verdad de fe, fuente de luz y esperanza para el destino del mundo y de todo hombre. Juan XXIII dejó en su Diario del alma el testimonio de un amor filial a la Virgen Santísima, que se resume en la invocación: ‘Madre mía, confianza mía’. A las mujeres de todas las edades y condiciones el obispo Tomás Regio les proponía como modelo a María, ‘mujer por excelencia, espejo limpísimo en el que es necesario reflejarse para aprender qué es lo que debemos hacer por amor a su Hijo’. El padre Chaminade, dirigiéndose a sus religiosos, decía: ‘Somos misioneros de María, que nos dijo: Haced lo que Él os diga’... El abad Marmión escribió en su célebre libro Cristo, vida del alma:’Si Jesucristo es nuestro Salvador, porque asumió la naturaleza humana, ¿cómo podremos amarlo verdaderamente, cómo podremos asemejarnos a Él perfectamente, sin tener una devoción particular a la Mujer de quien recibió esa naturaleza humana?’"