Noviembre de 2000

FIGURAS MARIANAS DEL SEGUNDO MILENIO

por Andrés Molina Prieto, pbro.

SIGLO XIX: ANTONIO MARÍA CLARET

Personalidad exuberante y polifacética, destaca en la hagiografía contemporánea como celebérrimo misionero y escritor inagotable. Primer obispo canonizado del Concilio Vaticano I, y preclaro apóstol cordimariano de los tiempos modernos. Pío XII afirmó de él que era "el santo de todos, porque en él se miran los obreros, los sacerdotes, los obispos, y todo el pueblo cristiano, cada cual según su estado".
Nació en Sallent, Barcelona, el 23 de diciembre de 1807, el mismo año en que Napoleón I invadía España, y desde su infancia vivió preocupado por el destino eterno de los pecadores. Se especializó en el arte textil recibiendo halagüeñas propuestas. Superó grandes dificultades invocando a la Virgen. Aunque sintió vehementes deseos de ingresar en la Cartuja de Montealegre, y más tarde, ya sacerdote, experimentó la vida religiosa como novicio jesuita, su delicada salud le convence de que su vocación está en la actividad misionera diocesana, en la que sobresalió como incansable apóstol.
Designado en 1850 arzobispo en Cuba, consagró toda su actividad, durante seis años, a la reforma del clero, creación de parroquias, misiones y propaganda escrita. Nombrado confesor de la Reina Isabel II, regresa a Madrid y alterna su nuevo ministerio con la predicación, ejercicios y retiros a seglares, sacerdotes y religiosos. Participó en el Concilio Vaticano I y, perseguido implacablemente por los enemigos de la Iglesia, se refugia en el monasterio cisterciense de Fontfroide, cerca de Narbona, donde fallece el 24 de octubre de 1870. Beatificado por Pío XI en 1934, fue canonizado por Pío XII en 1950.
Llevaba en su corazón la devoción a María. Nos dirá en su autobiografía: "Me pusieron por nombre Antonio Adjutorio Juan, pero yo después añadí el dulcísimo nombre de María porque Ella es mi Madre, mi Madrina, mi Maestra y mi todo, después de Jesús". En 1849 da vida a su gran empresa fundacional: la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Y en 1855 firmó el Decreto de Fundación de María Inmaculada. Revisando sus escritos autobiográficos, ascéticos y devocionales, se llega a la conclusión de que fue un gigantesco apóstol de la espiritualidad mariana.
Un gran estudioso de su vida ha podido escribir de su obra: "Lo que constituye, desde sus años más tempranos, como el eje de su vida espiritual, es evidentemente, su conciencia cristiana de hijo de Dios e hijo de María. La consagración cordimariana es un riguroso programa de vida evangélica y cristiana: abraza todos los estados de vida, todas las edades y vocaciones específicas y tiene como meta la plenitud del amor teologal en su doble aspecto de Dios y del prójimo.
El padre Claret, incansable en todas las formas de apostolado a su alcance, tiene constantemente a flor de labios esta jaculatoria: "¡Oh Corazón de María, fragua e instrumento del amor, enciéndeme en el amor de Dios y del prójimo!". Y en otro pasaje de su autobiografía dejó caer esta tierna confidencia: "¡Oh Santísima María, Madre mía, cuánto os amo! ¡Oh cuánta es mi confianza depositada en Vos!".


Revista 658