por Juan Manuel Cabezas Cañavate
En el número de diciembre de la Revista La Aventura de la Historia hemos tenido que volver a leer nuevos intentos de enfangar la memoria del Beato Cruz Laplana, verdadera luz en la historia de la diócesis conquense y de la Iglesia española en el siglo XX. De nuevo, la sorpresa es mayúscula cuando se comprueba la inconsistencia de los datos ofrecidos para fundamentar una visión de los hechos, que, a decir verdad, parece quiere iniciar un nuevo género literario que podríamos definir como historia-ficción. Con mucha ficción, eso sí, y escasa o nula historia.
Cuando en el Obispado de Cuenca se supo que la citada revista iba a publicar un artículo sobre el Obispo Don Cruz Laplana, el Sr. Obispo en persona se puso en contacto con el Director de la revista en cuestión, ofreciéndole su colaboración para que el autor del artículo pudiera acceder a toda la documentación de que la diócesis dispone sobre el nuevo Beato. Desde la Revista no se dignaron siquiera contestar. Este comportamiento hacía ya sospechar que el interés del autor del artículo por la realidad de lo acontecido era ciertamente escaso. El maltrecho parto literario del sr. Tomás F. Ruiz lo pone sobradamente de manifiesto.
No es posible ir desmontando ahora una a una todas las falsedades, inexactitudes, verdades a medias y equívocos que contiene el texto, porque su número es excesivo y distraería además la atención del objeto principal del texto. ;e limitaré brevemente a los que nos parecen más importantes.
Se ha dicho del Beato Cruz: “Sus actividades políticas, siempre apoyando a la derecha, la relación que mantenía con Falange y la posibilidad de que colaborara en la preparación del golpe militar de 1936, fueron circunstancias determinantes para su condena a muerte”. Quiere uno ser benigno, y por ello deseo pensar que el autor es simplemente ignorante en este tema. Nunca pudieron ser determinantes dichos factores en su condena a muerte, sencillamente porque no hubo condena a muerte, ni tampoco juicio ni nada que se le parezca. El Sr. Obispo de Cuenca fue vilmente asesinado sin que se ello decidiera en ningún tipo de juicio. El mismo autor del artículo asegura que al llevarse al Beato Cruz le dijeron a Don Fernando Español, su secretario, “que se bajara de allí o lo iban a matar”. Si hubiera habido un proceso judicial (la una de la mañana, hora en que ocurrió el suceso descrito, no es una hora muy frecuente para que tengan lugar legítimos procesos judiciales) parece poco digno de respeto, ya que la sentencia estaba ya decidida antes de comenzarlo.
No hubo juicio ni condena judicial contra el Sr. Obispo. Sí lo hubo, en cambio, y abierto por la mismas autoridades republicanas, para depurar responsabilidades en el cobarde asesinato de D. Cruz.
Estoy seguro de que el Sr. Tomás F. Ruiz sabe bien de la necesidad de documentarse antes de escribir para poder llamarse historiador y ser tomado en serio. Lo que no sé es porque no ha querido hacerlo Ud., a fondo, en este caso. Si se hubiera dignado escuchar la invitación del Sr. Obispo de Cuenca, habría podido comprobar Ud. que el Juzgado de instrucción de Cuenca (número de la Audiencia 638, idem del Juzgado 132) con fecha de 8 de agosto de 1936 abrió el sumario de oficio sobre dicho asesinato. Podría haber visto copia de todas las diligencias practicadas (meras formalidades porque no se buscó nunca a los criminales, a los que se conocía perfectamente) hasta llegar al sobreseimiento y archivo de la causa, al no poder descubrir a los autores (con fecha de 22 y 29 de abril de 1937 respectivamente). Hasta podría haber leído la declaración jurada de uno de los oficiales del Juzgado, que estuvo presente por cierto en el levantamiento del cadáver del Beato Cruz y del Beato Fernando Español.
El contacto directo con los testigos de los hechos permite no sucumbir a la tendencia a manipular lo sucedido con una determinada intención. Es curioso que en el artículo de La Aventura de la Historia, incluso la intensa actividad religiosa del Beato Cruz es explicada de manera que parece ser un acto reprobable, especialmente cuando se habla de su apostolado en favor de la prensa católica. El Beato Cruz no quería acabar con la prensa obrera − se trata una burda calumnia −, sino que, en un libre y respetuoso contraste de ideas, trataba de vencer el mal con el bien, contestando con caridad a los insultos recibidos desde la prensa sectaria y marxista, que no obrera. Así, Don Daniel Olivares Atienza, tipógrafo, declara sobre el Beato lo siguiente: “a los enemigos sé que los perdonaba; y los demás tenían buen concepto de él. Ahora recuerdo que en un periódico de Cuenca La Lucha muchas veces se injuriaba personalmente al Sr. Obispo, y él aconsejaba a los sacerdotes que escribieran en el periódico católico El Centro con moderación, y que no les contestasen”.
El resto del artículo está lleno de confusiones, falsedades, juicios temerarios sin base alguna, en tal medida que parece que hay que concluir, por más que uno quiera ser bien pensado, que se tiene bien decidido el contenido del artículo antes ya de llevar a cabo la investigación histórica. Esto podrá ser propaganda política o algo similar, de muy baja calidad en cualquier caso, pero desde luego no es historia.
En otros artículos contaremos la verdadera historia del asalto al Convento de los Paúles, muy famoso en Cuenca, porque todo el mundo vio lo que realmente pasaba; hablaremos de los robos realizados al patrimonio de la Iglesia conquense y nos ocuparemos de algunas otras patrañas presentes en el artículo citado.
Como final, quiero dejar constancia de que quien escribe estas líneas tiene 41 años, la inmensa mayoría de los cuales vividos en la ciudad de Cuenca, y nunca he tenido noticia de que Falange Española se reúna en el lugar de la muerte del Sr. Obispo cantando el Cara al sol brazo en alto. Extraño, cuando uno vive en el lugar de los hechos, en una ciudad en que todo se comenta y en la que todos nos conocemos. Sí que tengo noticia, en cambio, de que todos los años se reúne allí un grupo de fieles para recordar al Beato y que celebran la Eucaristía o hacen al menos alguna oración. Pero con formas de “ver” la realidad como la del artículo de marras, vayan Ustedes a saber qué interpretación se dará a esos hechos.