Julio de 2000

DESDE JERUSALÉN

por Rafael María Stern

MOTIVOS PARA LA ESPERANZA

Desde el hospital en Ain Karem os escribo, hermanos de Ave María, pensando en todos vosotros. No quiero ocultaros nada de mi enfermedad, los médicos me han hablado con claridad. Tengo cáncer. Estoy recibiendo el tratamiento adecuado y espero que la operación llegue en el día que me anuncian. Gracias a Dios, no he perdido ni por un momento la serenidad ni el ánimo; estoy confiado totalmente en el Señor, que sé que me ayuda. Rezo mucho y tengo también tranquilidad en los adelantos científicos de estos formidables médicos que me atienden. Ahora estoy abandonado en Dios.

Pero vamos a cosas que os interesan. Os confieso que por varios motivos estaba un poco pesimista con la venida del Papa a Israel. No veía grandes preparativos. Pero me equivoqué, pues Dios es grande. La organización durante todo el viaje fue perfecta. Junto al lago de Genesaret, el ejército instaló una inmensa ciudad de lona, con tiendas de campaña para decenas de miles de personas. Los controles eran ágiles y había autobuses por todas partes para llevar a los peregrinos. Su Santidad era feliz. Como consecuencia de todo, el gobierno de Israel quiere entregar el edificio del Cenáculo al Vaticano en propiedad para siempre. El primer ministro, Yehud Barak, es una persona recta. Es un gran pianista, matemático y busca sinceramente la paz. Admira al Papa. Pero a mi juicio no tiene porvenir a no ser que Dios haga que cambien las circunstancias, porque durante el gobierno anterior de Netayahu se fortalecieron los ultrareligiosos en gran manera y se triplicó su número, y a Barak se le ha dificultado extraordinariamente la acción de gobierno con el peligro de tener que dimitir un día si no puede realizar sus planes.

En esta tierra santa de Israel las almas buenas están cotidianamente elevando a Dios la súplica por la paz. La inmensa mayoría de los israelíes lo desean, pero hay fuerzas ocultas que impiden que la paz se apodere completamente de los corazones. Ahora tenemos, como nación, dos tragedias. La primera es el absurdo de la religión judía. La mayoría comprende lo que es evidente, que es imposible vivir con leyes de hace milenios en una época pastoril. Los rabinos fanáticos casi han logrado paralizar la vida de la nación entera los sábados y fiestas. Lograron veintitrés diputados en el Parlamento. Es curioso que el triunfo del allatollah Jomeini de Irán, en 1979, los animó extraordinariamente y quieren imitarle hasta conseguir convertirnos en una nación teocrática a su estilo. Hay tres ministros que son rabinos. Los sábados no hay vuelos, no hay nada, se paraliza casi todo el país. Están haciendo un daño económico enorme a todo Israel. Los más perjudicados son los pobres. Por su parte están bien organizados mientras que el pueblo no lo está.

La otra tragedia de nuestro pueblo es nuestra supuesta amistad o dependencia de los EEUU de América. Para poder tenernos a su arbitrio, el gobierno norteamericano nombró como altos cargos asesores y de influencia a un equipo de judíos norteamericanos que nos mantienen bajo su presión. Cada semana están en Israel, uno u otro, como en su feudo. El pueblo los mira con total desconfianza y hasta con odio. El diminuto Israel está aislado y una fuerza que se proclama projudía hace y deshace en Israel.

Pero quiero daros sin embargo nuevos motivos para la esperanza. La primera es que la religión católica, después de la visita de Su Santidad es otra cosa en Israel. El Nuevo Testamento empieza a ser conocido con naturalidad y con respeto. Algo ha contribuido en esto nuestro apostolado de décadas. Es el primer paso. El camino se está abriendo.

En segundo lugar, pese al ambiente de corrupción que se ha instaurado en todo Occidente –con el que Israel mantiene tan estrechos vínculos–, en Israel se guardan mejor las normas sociales de decencia y de moral. Esto es muy importante porque la invasión de los vicios y el culto al dinero son un gran obstáculo para la conversión de las almas que se apartan de Dios.

Por ejemplo: todos los periódicos del mundo dedican páginas y páginas a las cotizaciones de la bolsa. Pues bien, en Israel no hay bolsa, ni juegos de bolsa, ni hay casinos para el juego. Los periódicos no anuncian pornografía ni dan teléfonos para citas de prostitución. Esto en Israel se desconoce y ese nivel mayor de moralidad mantiene la familia más unida y estable. No hay propaganda ni anuncios por las calles de modas escabrosas o simplemente muy ligeras. Los turistas israelíes, cuando van al extranjero, salen en general casi siempre con sus mujeres e hijos. Esto llama la atención en los países que visitan. Me parece sentir que se aproxima la dichosa hora en la que Israel se abrirá a la fe de su Jesús, nuestro Salvador. ¿No os parece que todos estos síntomas son alentadores y que llegará el día, quizás no lejano, de que con Israel se hará también un solo rebaño bajo un solo Pastor?

Os ruego que me encomendéis mucho en vuestras oraciones. Vuestro en el Señor Jesucristo y en la Virgen María,


Revista 655